Vargas Llosa, el autor capital

Qué difícil escribir algo sobre una persona que ya lo ha escrito todo.
No creo ser el indicado para hablar en profundidad de Mario Vargas Llosa: no soy un académico, un fanático ni mucho menos un estudioso de su obra, pero aquí vamos. Leí unos cuantos libros de él, algunos me parecieron geniales, pero su obra es demasiado vasta para un lector disperso como yo.
La premisa es hablar de la importancia de MVLL para la literatura peruana y la latinoamericana en general, una nota laudatoria a días de su fallecimiento. El problema es: cómo decir algo que no se haya dicho ya, cómo no caer en la perogrullada o en la ligereza del repaso periodístico por su vida y obra.
Otro problema: cómo separar la obra del personaje Vargas Llosa. No creo en la cultura de la cancelación, pero me cuesta poder hacer un elogio puro de una persona cuya postura política de los últimos años no comparto en absoluto.
Pero vamos.
Si la premisa es hablar de la importancia de su obra, creo que simplemente no podemos pensar la literatura peruana y latinoamericana del siglo XX sin la figura de Mario Vargas Llosa. Protagonista fundamental de aquello que llamaron el “boom”, tuvo el valor —literario— de haber trascendido con creces ese momento y ese grupo, a fuerza de una práctica escritural que bien podríamos catalogar de oficio puro, como el de aquellos maestros artesanos de la era preindustrial. Sus mejores obras son hitos indiscutibles, y las menos trascendentes no dejan de estar magistralmente escritas.
Dentro de su prolífica producción, La tía Julia y el escribidor ocupa a mi juicio un lugar especial por su ingenio, su humor y su capacidad de retratar con nostalgia e ironía la vida limeña de los años 1950. Esta novela de alguna manera tiene la capacidad de formar lectores y escritores. Fue para mí la puerta de entrada a Vargas Llosa, una puerta bien grande. En ella sabe combinar magistralmente el hecho autobiográfico con la más insólita creatividad ficcional (algo que deberían aprender muchos autores y autoras contemporáneos, militantes de eso que llaman “escritura del yo”).
Dentro del sistema de la literatura peruana, el lugar preponderante que ocupa MVLL no se puede discutir, pero sería interesante profundizar un poco sobre cómo es ese lugar y de qué forma se construye esa preponderancia. Su calidad literaria es innegable, y al mismo tiempo lo es su centralidad en un mercado editorial masivo. El Perú es un país de grandes narradores (y poetas), y no podemos quedarnos con uno solo. No me gusta pensar que las obras de autores tan variados como Arguedas, Scorza, Bryce o Ribeyro (por nombrar sólo algunos) deban permanecer a la sombra del ganador del Nobel. Si pensamos a la literatura peruana como un territorio, Vargas Llosa podría ser la capital, pero no todo el mapa. Y aquí es donde, nuevamente, la literatura es política, indefectiblemente. (Pensemos nomás en esa tensa relación que tiene Lima con el resto del país.)
La muerte juega un rol curioso en la vida de muchos artistas, dándoles una fama que muchas veces no tuvieron en vida, o aumentando la de quienes sí la tuvieron. Mario Vargas Llosa fue prácticamente siempre un éxito editorial, pero estoy seguro de que su muerte ya está disparando las ventas de sus obras. Enhorabuena, ya que fue un autor genial. Ojalá que eso genere también un “efecto arrastre” para que otros autores peruanos sean valorados como se lo merecen.

Martín Tufró, nacido en Olivos (Bs. As.) en 1978. Actualmente reside en Lima, Perú. Cursó Antropología y Letras en la UBA y talleres de escritura con Alberto Laiseca. Fue gestor cultural en el C.C. Rojas (UBA) y en el Teatro Nacional Cervantes. Como autor y director teatral estrenó obras en Argentina, Perú y Alemania. Hoy combina la escritura y la dirección con su actividad artística principal, la culinaria.